
El Gigante
Hambriento (G.H.) se constituye desde su
origen, caso único, como “Un
Imperio-niño” (así lo llamó su fundador G.W.) que tiene que crecer a
costa de apropiarse del territorio que necesite para su expansión y dominar
militar y económicamente a quienes se opongan (siguiendo el patrón histórico de todos los
sistemas imperialistas). El puritanismo de los colonos fundadores les impelía a
creer y propagar la idea de que los propios indios y en general los demás
pueblos del planeta ansiaban ser rescatados de su ignorancia y alcanzar la
libertad aunque, paradójicamente, se impusiera la necesidad de ser dominados o
exterminados.
Sobre esto escribe
Chomsky en El Imperialismo salvaje de los…:
<<“Alrededor de los años veinte del siglo XIX, un juez del tribunal
supremo escribió sobre esta cuestión. Decía que era un tanto extraño que a
pesar de todo nuestro altruismo y nuestro amor por los indios, estos se
agostaran y se dispersaran como “las hojas de otoño”. ¿Cómo era posible? Añadía
que la divina voluntad de la providencia “trasciende la comprensión humana”. Es
la voluntad de Dios. No podemos aspirar a entenderla. Esa concepción –llamada providencialismo– consistente en pensar que obedecemos
invariablemente la voluntad de Dios ha llegado hasta el presente. Hagamos lo
que hagamos, estamos obedeciendo la voluntad de Dios.”>> ¿No suenan estas
palabras a las de Bush cuando decidió invadir Irak?
¿Qué
relación guarda esto con la crisis que mencionábamos al
principio? Desde 1933 (comienzo de la regulación para
evitar el estallido de otra burbuja bancaria como la de la Gran Depresión)
hasta finales de la década de los setenta, el G.H. vivió su “época dorada del
capitalismo” de Estado. Esto supuso, con la regulación de los mercados
especulativos, un cierto avance de los derechos sociales, que coincidieron con
la creación del estado del bienestar en la Europa socialdemócrata. Esta
política estatal impidió la aparición de otra burbuja financiera hasta que en
los años ochenta comienza un giro radical en las políticas económicas del G.H y
de G.B.: Con el apoyo a la banca “a la japonesa” (si la banca pierde el
contribuyente paga) y la desregulación del mercado de las finanzas (que se
reafirma durante el mandato de Clinton y sucesivos presidentes hasta nuestros
días), las rentas del capital irán superando a las rentas del trabajo. Esto
quiere decir que la economía productiva, la real, va siendo desplazada por la
economía financiera, la especulativa, la del encumbramiento de una clase de
ricos que van a acumular más riqueza y poder con la gran burbuja de las
finanzas, los seguros, los fondos de inversión, los negocios inmobiliarios, las
hipotecas basura, lo que le proporcionaba el dominio sobre los mercados, la
banca y el poder político, con el empobrecimiento progresivo de las clases
menos afortunadas. Se implanta una especie de gigantesca mafia legal en que los
programas liberales del Estado y los intereses de las grandes empresas de las
finanzas tienden a confundirse. Es la llamada, erróneamente, “segunda edad dorada”. El sistema también
“entusiasmó” a Europa.
Pertrechada la oligarquía con tanto poder
económico, costean las campañas de los que van a gobernar el G.H., los
senadores, los congresistas, los legisladores… Así, El Imperio-niño se
convirtió en el G.H. en el que sus gobernantes están comprometidos y se
identifican con los intereses y la codicia del uno por ciento de la población
superrrica que necesita extender los tentáculos de su imperio económico al
resto de los países. La deuda pública de los países dependientes del G.H. y las
materias primas y energéticas ajenas son el gran botín que hay que aprovechar
para aliviar la enorme deuda que crea la política exterior y de defensa del G.H.
(centenares de bases militares, ocupación geoestratégica y alianzas de
dominio), sin la cual el destino divino de controlar el mundo para “imponer la
libertad de los pueblos” y defenderlos de los
comunistas ateos (“durante la guerra fría”), enemigos de la libertad, y de los terroristas del “eje del mal” (tras
la caída del muro de Berlín), sería imposible.
Los técnicos de las finanzas van a manejar el
poder político y económico mundial desde Wall Street (también desde la City). Para
hacer frente a la deuda pública galopante del G.H. existen instrumentos muy
poderosos con los que se persigue traspasar parte de los efectos de la deuda propia
a los países de su influencia. Esos instrumentos son: 1. El control sobre el
sistema monetario mundial (la Reserva Federal con la “maquinita de hacer
dinero” le permite comprar, a través de la banca, su deuda pública y evitar que
se especule con ella, al mismo tiempo que se ve reducida la deuda exterior). 2.
El control sobre los mercados de deuda y derivados (las Agencias de
calificación, que se identifican con los intereses de G.H., señalan con el
mayor descaro los países que están en peor situación para iniciar el asalto a
su deuda pública provocando su saqueo y la necesidad de recortar los
presupuestos para equilibrar el déficit sin tocar las grandes fortunas de las
que las oligarquías de G.H. forman parte a través de la gran banca y las
empresas multinacionales; resulta sospechoso que, por el contrario, agencias
independientes den la misma calificación a G.H. a Gran Bretaña y a España). 3.
El Fondo Monetario Internacional que, favoreciendo los intereses de quien
manda, ha provocado la quiebra de países en beneficio del G.H. (No estaría de
más leer “Por el bien del Imperio”, de Josep Fontana; “El malestar en la
globalización”, de Joseph Stiglitz; “Acabad ya con esta crisis”, de Paul
Krugman; alguno de los artículos de Noam Chomsky, o de otros autores, como
Vicenç Navarro, por ejemplo).
Las consecuencias de este control son que el
modelo de liberalización de capitales y de libre mercado de G.H. se impone en
los países de su órbita, que, en medio del estallido de la burbuja
inmobiliaria, ven cómo cambian de manos los ahorros y desaparece poco a poco el
estado del bienestar, que no es mantener un lujoso nivel de vida sino disponer,
con los impuestos y el sacrificio de las clases medias y trabajadoras (los
ricos tienen sus paraísos fiscales y sus privilegios), de educación, sanidad,
atención a la dependencia, sistema de pensiones y demás prestaciones sociales
para todos: es decir, que el Estado democrático cumpla su función social. Otros
países no dependientes del G.H. (los llamados BRIC) no están padeciendo la
crisis, al contrario, sus economías emergentes obtienen un crecimiento entre el
5% y el 10%. ¡Quién lo pillara! Con todas las garantías medioambientales,
claro. Pero no hay que olvidar la crisis endémica que padecen los mil millones
de habitantes del planeta cuyas economías se ven asfixiadas en este mercado
libre que impone la OMC.
La relación entre G.H. y los países de su
órbita no es de igual a igual, sino de dependencia: una conversación de G.H. con
Berlín pone en marcha su depredadora voluntad (por ejemplo, quitar o poner
presidentes en países democráticos como Italia o Grecia; sin hablar de lo que
aún sigue ocurriendo con el resto del mundo). Siempre temeroso de que los
efectos del rebote de la crisis que provocaron les retrase la recuperación
económica y afecte al inminente proceso electoral. En el caso de Madrid, una
simple llamada impone una rectificación del programa del gobierno y hasta entra
como por su casa para que se reforme la Constitución sin el refrendo de los
ciudadanos. ¿Democracia?
La crisis que inició el G.H. en 2007 saltó a
Europa donde Berlín defiende los mismos intereses y, bajo la mirada vigilante
de GH, sigue la misma senda de imponer políticas antisociales para acaparar
riqueza mediante los mismos métodos especulativos de su banca (incluido “su”
B.C.E.) y su poderosa industria químico-farmacéutica. En nuestro país, la
oligarquía especulativa, que hizo su agosto con la burbuja del ladrillo,
representada por la banca y las empresas filiales (parasitadas por
multinacionales) reciben ríos de ayudas económicas para que no dejen de pagar a
su acreedora banca alemana (que se benefició del gran negocio inmobiliario) y
para cubrir el enriquecimiento, las corrupciones y el despilfarro que han de pagar
todos los ciudadanos, unido a la pérdida progresiva del poder adquisitivo que
se viene padeciendo por culpa de la reforma laboral, de los eternos recortes y de
la injusta subida de impuestos indirectos.
El saqueo que padecemos los países que con
desprecio somos apodados PIGS(+I) ¿puede llegar a su fin cuando bancos y
empresas financieras (los etéreos mercados), conseguidos suculentos beneficios,
dejen de comprar deuda porque teman que los estados en crisis no puedan devolverla
por el alto coste de los intereses y por no poder hacer frente al aval que
injustamente se exige por los rescates de la banca? El saqueo, que no la
crisis, nos podría llevar a la bancarrota o a la salida del euro, cosa que
alertaría a los acreedores (sobre todo la banca alemana de forma indirecta) que
podrían tratar de evitarlo en el último momento. Pero siempre resulta peligroso
jugar con fuego. La situación, en todo caso, supondría más empobrecimiento para
los de abajo y mayor riqueza para los de arriba, mientras que los ciudadanos no
quieran despertar.
Se propaga la dura consigna de que para salir
de la crisis cada ciudadano se tiene que esforzar más. Todos los mensajes
inducen a hacernos creer que “toda” la culpa la tiene el anterior gobierno, o
el anterior del anterior (complicidad y fraude electoral no les ha faltado a
tanto político delincuente); que los ciudadanos tenemos lo que merecemos porque
hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Esta falacia trata de ocultar
la realidad de que los poderosos van aumentando su capacidad de vivir a costa
del trabajador. Se nos dice que con nuestro sacrificio saldremos de la crisis.
Y de la crisis se saldrá, y dirán que llevaban razón con sus políticas ya que
la máquina capitalista querrán tenerla en forma de nuevo. Lo que no quieren ver,
ni parece importarles, es cuántas víctimas quedarán por el camino (paro,
empobrecimiento, depresiones y muertes prematuras por la desatención y la angustiosa situación
económica). Mientras, nuestros gobernantes, con ligeras diferencias en la
política social entre los que se alternan en el ejecutivo, siguen dándonos
muletazos de rodillas mirando al tendido en donde están los señores del puro y
la chistera que seguirán por encima de lo que finalmente quede de las
democracias.
Aunque
muchos políticos sean impresentables, la POLÍTICA democrática tiene que volver
a las manos de los ciudadanos libres para confiársela con nuestro voto y con
nuestra vigilancia responsable a políticos honestos. Salir de la humillante dependencia
genuflexa del G.H. y de las garras de la oligarquía de la U.E. es la única
manera de romper el círculo vicioso en el que estamos atrapados. No nos será
fácil a los esclavos en que nos han convertido encontrar el modo de romper las cadenas con que nos atan los amos del
euro y del dólar. Aunque cualquier salida sería muy difícil y dolorosa para los
ciudadanos, hay que empezar a intentarlo. El 15-M y el Frente Cívico, si no se
contaminan con siglas de ideologías descarriladas, podrían ser una buena vía
para proponer y exigir programas y representantes dignos. ¿Lo conseguiremos?
¡Estupenda entrada! Resulta interesantísima la explicación que da de la historia de nuestra crisis, la de los ciudadanos, aprisionados entre el euro y el dólar. Como bien dice, la "Política Democrática" debe volver a las manos de los ciudadanos libres. Estoy totalmente de acuerdo con lo que propone acerca de las iniciativas del 15-M y el Frente Cívico. No debemos rendirnos, porque entre todos y todas podemos conseguirlo.
ResponderEliminar¡Enhorabuena, y mucho ánimo!
Sí, PdeC, el destino de los países no debería enejenársele al pueblo. Algo se mueve para que esto se resuelva. Y, efectivamente, el Frente Cívico es una propuesta para organizarse y proponer programas entre la mayoría de los ciudadanos que quieren que las cosas cambien.
EliminarMagnífica entrada explicando sin ambages el porqué de la crisis y presentando al desnudo una realidad política, social y económica que los dirigentes políticos tratan de arropar, a toda costa, con falacias y eufemismos con el fin de que al “pueblo” le llegue adulterada.
ResponderEliminarPor eso, el “pueblo”, esa “mayoría”, tiene que actuar frente a la “minoría” oligárquica y poderosa que pretende poner a su servicio los bienes y el bienestar de la mayoría.
Hay que empezar a movilizarse tomando el tiempo necesario para que tal movilización dé sus frutos; pero sin pausa porque ese “Robin Hood al revés” se ha instalado ya en Comunidades como Madrid.
Agradezco tu comentario, Alondra, y la agudeza con la que expones tus ideas sobre la situación actual. Si tu ejemplo se multiplicara, el movimiento de reacción caminaría hacia el éxito seguro.Esperemos que esa mayoría perjudicada sea también la mayoría rebelde.
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