No cabe duda de que la monarquía, presentada como única alternativa, fue
refrendada por el pueblo español en 1978. Pero aquellas circunstancias
históricas (la amenaza del ejército con vocación golpista era real) no
permitieron arriesgar que se planteara si monarquía o república. Así que, aunque
la monarquía venía impuesta por el régimen franquista, casi todas las fuerzas
políticas de ideología republicana consideraron que, en ese momento, el
objetivo prioritario era conseguir la democracia.
Sobre aquella decisión forzada planea
una sombra de legitimidad. Como actualmente aquella amenaza no existe, parte de
la ciudadanía (ante los últimos síntomas de que el régimen ha entrado en una
fase de decadencia y desprestigio puestos de manifiesto en la forma inhumana de
gestionar la crisis al tiempo que han ido aflorando los escandalosos casos de
corrupción que están afectando a todas las instituciones, incluso a la hasta hace
poco mantenida como ejemplar Casa Real, cuyo colofón ha sido la abdicación del
Rey) ha manifestado su vocación republicana y pide la celebración de un
referéndum.
Puede que aún permanezcan
sobrevolando en el inconsciente de las masas aquellos fantasmas que creó la España franquista para
justificar su golpe de estado y que la mayoría en este momento siga recelando
de la república, y sea partidaria de la monarquía. Razón de más para que todas
las fuerzas políticas consideraran ese referéndum como la última pieza que completaría el ciclo de la construcción democrática al ser aceptado el resultado por unos y
otros sin que se impusiera la voluntad de una parte de la ciudadanía
silenciando a la otra. Si se diera esa normalización jurídica y democrática, contribuiría
a desterrar de la memoria colectiva española la perversa idea histórica,
alentada por las élites dominantes, de que la república es sinónimo de caos.
Aunque
la mayoría apoyara la sucesión dinástica, los partidarios de la república podrían
ir concienciando a la ciudadanía en los principios legítimos de esa cultura
política a través del debate social y una formación profunda y responsable. Sin
esos requisitos, un sistema republicano tampoco garantiza una democracia plena.
Paradójicamente, una monarquía parlamentaria (pese a su anacronismo y
contradicción en su término) con la transparencia y controles debidos, puede desarrollar
(como ha ocurrido hasta ahora en las del norte de Europa) un sistema razonablemente
democrático. Desde luego, en igualdad de transparencia y de responsabilidad de
las instituciones públicas, unido a la madurez y participación ciudadana, la
forma auténticamente democrática es sin duda la república.
Excelente entrada que nos lleva a reflexionar sobre la realidad actual a la vez que analiza circunstancias pasadas que concurrieron en la toma de una determinada decisión.
ResponderEliminarCoincido totalmente en la necesidad de formación y responsabilidad en una cultura democrática. Es la única manera de dejar de ser meros votantes cada cuatro años para ser ciudadan@s que participan en la elaboración de su propio destino, que saben y pueden enfrentarse a este régimen en decadencia y hacer suyas las palabras de Bertolt Brecht: "No aceptes lo habitual como cosa natural. Porque en tiempos de desorden, de confusión organizada y de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar".
Estupenda y valiosa entrada, e interesante comentario de Alondra.
ResponderEliminarEn estos días sería importante que el pueblo decidiera de verdad. Puesto que ya no debemos tener miedo, es necesario preguntar a la gente qué es lo que quiere, en que tipo de Estado quiere vivir.
Mi enhorabuena de nuevo por esta entrada. Y mucho ánimo a todos y a todas los que luchan pacíficamente por buscar una sociedad más justa, entre todos y todas lo podemos conseguir.
Parece que hay quienes quieren criminalizar cualquier opción contraria en cuanto al modelo de estado. Ya va siendo hora de que busquemos la concordia y aceptemos como normal la diversidad de sentimientos y convicciones. Insisto en que la mejor manera de normalizar la vida política sería convocar un referéndum cuyo resultado fuera aceptado por toda la ciudadanía. Incluso, si Felipe optara por someterse a un referéndum, podría hacerlo; el artículo 92 punto 2 de la Constitución se lo permite. De todos modos el republicanismo tiene mucho trabajo por delante para alcanzar mayorías bien formadas democráticamente, porque las cosas no se cambian por el simple hecho de cambiar la forma de estado. Si, por el contrario, Felipe se gana a las masas, tendremos felipismo para rato.
ResponderEliminarTan cierto es que la forma de gobierno plenamente democrática es la república que incluso he propuesto a un teólogo que difunda con sus escritos el término República de Dios para referirse a lo que todas las traducciones han llamado hasta ahora Reino de Dios. Porque el Todo en todos no se parece en nada a una monarquía, con un rey y sus súbditos. Aunque a algunos les remueva las tripas, la evidencia es que Dios, el Dios de Jesús de Nazaret, es republicano. Por tanto no debe extrañar a nadie que haya cristianos que también seamos republicanos. Y eso, naturalmente, no está reñido con el hecho de que siendo republicanos reconozcamos que hay monarquías más saludables que otras y repúblicas más saludables que otras. Pero esto no quita que Pepe tiene razón, insistimos: la forma auténticamente democrática es sin duda la república.
ResponderEliminarMe complace, Jaume, estar de acuerdo contigo en casi todo cuanto comentas. Parece fácil sacar la conclusión, a partir de tus razonamientos, de que puedes ser bastante crítico con la forma monárquica del Estado Vaticano, y por consiguiente de la estructura jerárquica de la Institución eclesiástica. Yo también considero, como creo que muchos cristianos de base, que la vida religiosa comunitaria debe moverse en el ámbito asambleario. Otra cuestión, en la que no voy a opinar, es sobre el carácter trascendente del Reino de Dios o de la Ciudad de Dios o del Reino de los Cielos: eso pertenece al terreno personal de la fe, que me merece todos los respetos. Saludo cordial
ResponderEliminarLo has acertado de lleno, tanto en lo primero como en lo segundo como en lo tercero com en lo cuarto. Estamos en comunión -no en religión, que es lo menos importante, sinó en humanidad, que sí es lo más importante. Un abrazo
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