Los obstáculos que históricamente han impedido un mayor progreso en la conducta social del homo sapiens pueden ser múltiples, pero algunos parecen evidentes:
La propia dotación biológica del ser humano de agresividad y egoísmo –necesaria para afirmarse en el medio natural como individuo– que perdura en el medio social con la tendencia a que se imponga la ley de los poderosos sobre los más desafortunados.
La certidumbre que proporciona el poder y la apropiación de los recursos –potenciado por el capitalismo especulativo, generador del aumento de la pobreza mundial–, que dota de un viejo instrumento de fuerza dominadora frente a los demás: la riqueza.
La consolidación de conductas perversas de ciertos políticos que, entregados a la clase que posee el poder económico, corrompen el sistema democrático y traicionan a los ciudadanos.
La impunidad con que se violan los derechos humanos desde todas las instancias: políticas, económicas y sociales.
La indefensión que padecen las víctimas de las injusticias en todo el mundo cuando carecen de recursos económicos.
La estigmatización que sufren por el hecho de serlo los marginados, los perseguidos y los desgraciados del mundo.
La indiferencia que muestran la mayoría de los intelectuales que son abducidos por la magia del poder y del éxito personal.
El débil compromiso social de la militancia política, sindical, trabajadora, religiosa o estudiantil universitaria, que con frecuencia viven inmersos en intereses sectoriales o en ambiciones personales.
La impotencia, frente a la dura represión policial, de los grupos de contrapoder que luchan de forma altruista y pacífica para desmontar la resistente dinámica abusiva del sistema.
La insuficiencia de las acciones caritativas o solidarias de las redes sociales y familiares que tratan de atender lo que los gobiernos desatienden.

A todo esto se une el persistente estado del miedo y el sufrimiento de los habitantes del planeta por las guerras, los terrorismos y la delincuencia, que sirven de pretexto a los políticos para restringir los derechos cívicos en nombre de la seguridad ciudadana, convirtiendo al controlador en controlado.
¡Interesantísima entrada!
ResponderEliminarQuisiera resaltar una idea que me viene a la cabeza al leer todo esto, y es algo con lo que nos topamos a diario: el conformismo y la pasividad de algunos hacen que las leyes, en lugar de ser instrumento de control y de defensa de los más vulnerables se hayan convertido precisamente en lo contrario, en la ley del más fuerte, es decir, la ley de la jungla.
Solo siendo conscientes de esto dejaremos de ser cómplices de esta situación.
¡Entre todos y todas podemos conseguirlo!
Qué magistralmente se exponen en la entrada esos motivos por los que no se progresa hacia una conducta humanitaria y más justa.
ResponderEliminarEl capital -sin control y enorme codicia- que ha originado la crisis y los gobiernos que, servilmente, gobiernan para él y corren a salvarlo -con dinero público- en detrimento de los derechos sociales del pueblo, son los agentes directos de la penuria y miseria de millones de ciudadanos.
Sabemos que hay alternativas, pero hay que conseguirlas con unión, compromiso y esfuerzo. Nadie nos regalará nada.
Creo que el pastor domina tantas ovejas por conocida docilidad y pasividad de éstas.
Pienso, que la mayoría ciudadana debe despertar de "un aborregamiento" y actuar pacífica pero firmemente ante el latrocinio perpetrado por las clases dominantes, formando un contrapoder fuerte pues como dijo Howar Zinn: "Allí donde se han hacho progresos, en cualquier lugar donde una forma de injusticia ha sido reparada, ha sido porque las personas han actuado como ciudadanos y no como políticos. No se limitaron a quejarse. Trabajaron, actuaron, se organizaron y, si fue necesario se sublevaron para llamar la atención de la gente en el poder sobre su situación. Y eso es los que debemos hacer hoy...."
¡Ánimo! Unidos podemos.
P/S
Estupendas las ilustraciones.
P. y A.
ResponderEliminarEs cierto, ante las injusticias, no conformarse, salir de la pasividad, sublevarse, seguir el ejemplo de quienes no se rinden ante la defensa de la verdad, como hizo el propio Howar Zinn, citado: tuvo el valor de romper el cliché de los intelectuales seguidores de los cánones que interpretan la historia de los EEUU. Así lo demostró en su obra "La otra historia de los Estados Unidos"; la cuenta poniendo el foco en los trabajadores, las mujeres, los negros, los extranjeros... en lugar de en los presidentes y en los poderosos.