El poder del voto se
pervierte si el ciudadano no castiga los incumplimientos de los programas
electorales. De ahí la importancia de conocer a fondo las verdaderas
intenciones de la acción política. A ello vamos a dedicar la presente entrada.
El trabajo,
controvertido pero documentado, de la periodista canadiense Naomi Klein sobre
las políticas económicas inspiradas en la doctrina de la Escuela de Chicago es
un buen referente para reflexionar sobre las causas de la crisis actual.
El psiquiatra Ewans
Cameron desarrolló en Montreal una técnica agresiva para “vaciar el cerebro” de
sus pacientes mediante la aplicación de electro-shock y de este modo modificar
su conducta. Al mismo tiempo, el Nobel de economía Milton Friedman, de modo
paralelo, orientó a los jóvenes de la Escuela de Chicago (Chicago Boys) con la idea de que ciertos acontecimientos (guerras,
crisis económicas, catástrofes, estados de emergencia, golpes de Estado, dictaduras represivas…),
provocados o no para ese fin, producirían un efecto similar al electro-shock.
Unos ciudadanos poseídos por el miedo y en estado de shock económico aceptarían con escasa conflictividad el control del
déficit público, la desregulación capitalista, las privatizaciones… con el
argumento de que aumentarían el desarrollo económico y el bienestar general. Es
la doctrina que se viene aplicando en todo occidente desde los años setenta.
Las consecuencias ya las conocemos: el enriquecimiento progresivo de una
minoría que controla el poder y el empobrecimiento radical de la mayoría.
En el artículo
anterior adelantábamos cómo la Escuela de Chicago logró imponer su dogma
económico neocon en la política del G.H. El primer ensayo en el exterior se
cebó con el país chileno al comenzar la década de los setenta. El creciente
apoyo popular que adquirió Allende hizo reaccionar al G.H. por temor a la
expansión del marxismo y porque las nacionalizaciones de empresas, como las
mineras Anaconda y Kennecott, perjudicarían sus intereses en Chile.
Después del apoyo de
la CIA al golpe de estado de 1973, la visita de Kissinger y Friedman propició
que jóvenes chilenos de la era Pinochet fueran formados en la Escuela de
Chicago. El trauma y el pánico que provocó la sangrienta represión contra la
población facilitó la aplicación de sus políticas: El Estado al servicio de la
oligarquía, libre mercado, privatización
de lo público, desactivación de la lucha sindical, supresión de la negociación
colectiva, del sueldo mínimo y de la protección social, descontrol del sistema
económico financiero, reducción de los impuestos a las grandes fortunas,
recorte de libertades civiles y envilecimiento de la legislación en materia de
orden público y del aparato represor para “combatir el marxismo” y anular por
el miedo la reacción de los ciudadanos contrarios a estas políticas.
Un aparente progreso
llevó finalmente al desastre económico de 1982. Cuando Pinochet quiso
deshacerse de su equipo de asesores neoliberales ya era tarde. El propio Nixon,
al aplicar la misma doctrina, fracasó en su primer mandato, por lo que dio la
espalda a Friedman y aplicó políticas económicas en la línea keynesiana del New
Deal. Logró su segundo mandato, aunque el gasto militar, la guerra de Vietnam y
finalmente el caso Watergate paró el proceso de mejora de la economía y creció
la deuda, la inflación y el paro.
La terapia se aplicó
también en Argentina. Al final de los setenta, con Carter presidente, el G.H.
apoyó el golpe y la política de exterminio del presidente Videla que llevó la
crueldad contra los opositores al régimen, tildados de marxistas, más allá incluso
que Pinochet. Aprovechando el estado de shock de los argentinos, ¿qué política
se aplicó? Exacto, Kissinger recetó las políticas de los Chicago Boys y condujo
al país argentino a la economía de la especulación, la inflación, el desempleo
y la parálisis económica.
Estamos en 1982,
Galtieri está en el poder y al no conseguir resolver la crisis económica y el
enorme malestar social (que no palió la efímera euforia del Mundial de fútbol) se
decide por la aventura de iniciar la guerra de las Malvinas para que el
“espíritu patriótico” sustituyera la gran depresión moral y económica que
llevaba al país al borde del abismo. La derrota hundió más la moral de los
argentinos.
La guerra de Las
Malvinas salvó a Margaret Thatcher, que contó con el apoyo de Ronald Reagan,
del fracaso de su política interior. La Dama de Hierro provocó con la
aplicación de las políticas de la Escuela de Chicago una contestación social y
sindical de enormes proporciones en su primer mandato que no pudo ser reprimido
con la contundencia de su amigo Pinochet porque la democracia británica no
tenía nada que ver con la dictadura chilena. Pero la guerra de Las Malvinas le
proporcionó la situación de shock
propicia para, ganado su segundo mandato, aplicar con menor resistencia su
doctrina económica.
La misma política, con
los mismos resultados, se aplicó en Rusia tras el hundimiento de la URSS y más
tarde en Irak, que merecería atención aparte. Los grandes negocios de las
multinacionales, las mafias y la corrupción protagonizaron estos radicales cambios
políticos. La miseria de sus ciudadanos queda ensombrecida por los aparentes
beneficios que exhibe la propaganda.
Otro tipo de shock: la
catástrofe del Katrina en 2006. Friedman dejó su último mensaje en pleno shock
económico para aplicar su terapia: crear escuelas privadas para escolarizar a
los miles de niños y niñas que perdieron sus colegios en las inundaciones. El
Estado deja paso a las grandes empresas cuando hay negocio en perjuicio de los
ciudadanos con menos recursos.
En 1980, el uno por
ciento de los más ricos en EEUU percibían el 9% del ingreso total. En 2007 esos
ingresos alcanzaban el 23,5%. Hoy el uno por ciento más rico posee el 38,5% de
la riqueza. El mismo camino siguió Gran Bretaña y más tarde le siguió Europa
hasta llegar a la crisis actual.
El poder empresarial se hace cada vez más fuerte protegido por el Estado y la actividad sindical pierde su capacidad de negociar las condiciones laborales. Como consecuencia, el desempleo y los sueldos precarios aumentan. La obsesión por el control del déficit impone recortes que afectan gravemente a los que menos tienen. El malestar social crece. La tensión en el ambiente presagia y justifica una respuesta ciudadana acorde con la situación que está sufriendo.
El poder empresarial se hace cada vez más fuerte protegido por el Estado y la actividad sindical pierde su capacidad de negociar las condiciones laborales. Como consecuencia, el desempleo y los sueldos precarios aumentan. La obsesión por el control del déficit impone recortes que afectan gravemente a los que menos tienen. El malestar social crece. La tensión en el ambiente presagia y justifica una respuesta ciudadana acorde con la situación que está sufriendo.
¡Me encanta esta entrada! Me parece muy acertada la forma de exponer la historia reciente de nuestro capitalismo y la llegada de nuestra crisis. Se ve bastante claro cómo todo esto se va fraguando entre los intereses de unos pocos y las corrupciones de los poderosos. Es necesario darse cuenta y reaccionar, salir de la pasividad. Ahora es el momento en que la ciudadanía debe actuar pacífica pero activamente.
ResponderEliminarEspero que todos seamos conscientes de ello, porque unidos podemos cambiar todo este panorama.
Magnífica entrada exponiendo de forma clara y veraz el origen de estas políticas desastrosas a la vez que hace un seguimiento de las funestas consecuencias que, para el pueblo, han tenido en los países donde se han aplicado.
ResponderEliminarEstupendo el vídeo. No tiene desperdicio.
Me parece muy interesante esa reflexión sobre la perversión del voto y la importancia de conocer bien las auténticas intenciones de los políticos, así como la referencia a la obsesión por el control del déficit.
Efectivamente, a diario están pendientes de las cifras de la Bolsa y la P. de riesgo, pero ¿alguien en el Gobierno mira las “otras cifras”: la creciente “cifra” de parados, el considerable aumento de familias atendidas por C. Roja y otras asociaciones humanitarias, el inquietante número- cada vez mayor- de personas (adultos y niños) que se sitúa por debajo del umbral de la pobreza o la pobreza extrema?
Y mientras, las grandes empresas siguen incrementando sustancialmente sus beneficios (por ejemplo, las petroleras lo han hecho en un 20% en plena crisis)
¡Claro que se justifica una respuesta ciudadana! Aún más, es totalmente necesaria si no queremos ver cómo la pobreza y las dificultades se extienden cada vez más.
¡Ánimo, porque todos unidos podemos dar esa respuesta.
P. y A. Poco se puede añadir a vuestros comentarios. Manifiestan un análisis profundo de la cuestión que tratamos. Enhorabuena a ambas.
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