Quiero convertir este post en un homenaje al barrio cordobés donde me crie, el de mayor tradición ferroviaria: La Huerta de la Reina. Es también un buen pretexto para venerar la memoria de mi padre, que gozando del aprecio general y de un buen empleo en el cuerpo de Correos en Cádiz, fue “trasladado por necesidades del servicio” –fórmula habitual para encubrir un destierro cuando no había justificación administrativa, civil o penal– a Córdoba al terminar la Guerra Civil, por “frecuentar amistades poco recomendables de la izquierda gaditana”. Solo fue el preámbulo de una depuración política que acabó con su expulsión del Cuerpo para siempre tras una burda trampa seguida de falsas acusaciones. Por eso me duelen y no me olvido de tantas víctimas inocentes –desde el rojo hasta el azul– de todas las guerras y de las persecuciones religiosas o políticas.
Fueron tiempos muy duros para mi
familia. Tuvimos que soportar el robo de nuestra dignidad; nos dominó un miedo crónico a sentirnos vigilados y un penoso complejo de inferioridad por la humillación y el empobrecimiento. Recuerdo esos años cuarenta como el arte de sobrevivir en la cuna del hambre. Pero la infancia
siempre será el paraíso del juego. Hemos jugado entre trenes y gozado de las
frescas huertas de la falda de la
Sierra , sobre todo en el tiempo de las habas. El canal era
nuestra piscina y Las Ermitas nuestro Everest. El Cañito Bazán, La Palomera o El Puente de
Hierro eran incomparablemente más divertidos que todos los parques temáticos de
hoy. Eran tiempos en los que todavía se veían venir de la Sierra –casi virgen– a los
piconeros con sus borriquillos cargados con el picón recién hecho. Hoy la Sierra es un mar donde “se
ven varadas mil barcas”: es el tributo que se paga al progreso.

Hoy, ¿quién me lo iba a decir?,
ofrezco este vídeo en el que se muestra el último viaje, que protagonizaron los
Amigos del Tren por esta línea en mayo del noventa. Ahí comenzó su abandono y
decadencia por obra de la
Naturaleza que juega su juego implacable como tendremos
ocasión de comprobar en la próxima entrada.
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El Puente de Hierro |
Para los chavales del barrio que antaño frecuentábamos los pasos a nivel
de las Margaritas, de la calle Doña Berenguela, de El Brillante, de Santa Rosa o
los tramos acera Tomás de San Martín (hoy avenida Tenor Pedro Lavirgen), Huerta
de San Rafael (por donde actualmente discurre la avenida Escultor Fernández
Márquez), Chinales, Mirabueno, Puente de Hierro... este vídeo representa un
viaje de quince minutos a la nostalgia.
La próxima entrada tratará sobre la propuesta de una Vía Verde en esta línea
Felicidades por este post tan personal y por mencionar al abuelito, que aunque no llegue a conocerlo, gracias al cariño con el que tanto mi madre como tu y la tita nos habeis hablado de él, habeis conseguido que le queramos los 4 nietos como si hubieramos compartido con él las anécdotas que nos habeis contado siempre.
ResponderEliminarUn beso.
Creo que hace tiempo que se merecía este recuerdo.
ResponderEliminarUn abrazo, Mar.
¡Preciosa entrada! Y por supuesto, me uno a Mar en el recuerdo al abuelo, que yo tampoco conocí en persona, pero sí por vuestras referencias.
ResponderEliminarEmocionante recuerdo también el de la Huerta de la Reina, y puedo decir que, aunque yo no haya vivido en ella, sí me vienen a la memoria las veces en que, siendo yo muy pequeña, íbamos a visitar a la abuela. También en mi mente, por fotos, y por las conversaciones familiares, aflora la visión de aquel Cádiz de entonces. Quizás, y por una misteriosa e invisible relación, desde siempre me ha atraído mucho el Cádiz de ahora, de hecho, tengo actualmente buenas amistades allí, y me encanta ir siempre que puedo.
Hermosa visión también de otros lugares de Córdoba, visión llena de reivindicación y de fuerza.
¡Enhorabuena por todo!
Muy emotiva y entrañable esta nueva entrada con el recuerdo a tu padre. Sin duda hay que reivindicar a personas así.
ResponderEliminarEl poema, precioso; con la nostalgia de un pasado que aún pervive en el recuerdo de quienes lo conocimos.
Simpática, emocionante, reivindicativa, vital y llena de fuerza esa referencia a otros lugares y a vuestro "particular" Parque Temático de la infancia.
Ambas entendéis bien todo el sentimiento que contiene este nuevo post. Por un lado, el mundo de la infancia que ya ni está ni se le espera como no sea como ahora, en el recuerdo; por otro,la necesidad de reivindicar la memoria de personas tan rotundamente buenas como mis padres, pues ellos sufrieron por igual las consecuencias de una guerra fratricida.
ResponderEliminarHe leído un párrafo que has agregado a la entrada y supongo que, verdaderamente debieron ser tiempos malos y difíciles en los que toda la familia os sumiríais en un sentimiento -además de miedo, como tú indicas- de coraje e impotencia al ver que, con malas tretas y sucios ardides, os quitaron todo incluida la dignidad.
ResponderEliminarEso es, Alondra, quise completar la idea que tú bien observas. Fueron tiempos muy dramáticos y que han tenido consecuencias muy importantes a lo largo del tiempo.
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