¡Estamos saliendo de la crisis! ¿Hay
pruebas de ello? El ministro Montoro dice que sí: sube la bolsa, baja la prima
de riesgo, se está dando un crecimiento neto de las exportaciones, crece
levemente el PIB (0,1 %), el banquero Botín dice que está empezando a entrar
mucho dinero a España, los bancos obtienen envidiables beneficios… Podría
parecer que con estos datos España está superando la fase de recesión y con
ello se empieza a remontar la crisis; que se ve la luz al final del túnel.
Pero hay un dato inapelable que se
impone tozudamente: En España con la crisis hay más ricos y su riqueza ha
aumentado un 20 %; mientras que la población pobre sobrepasa el 25 %, con más
de tres millones de pobres severos. La juventud es el principal sector de la
población que acapara la tasa más alta de paro (roza el 60 %). Eso significa
que el crecimiento futuro del país, respecto de los ciudadanos, sufrirá un
retroceso importante desde el punto de vista económico, pero también
científico, social, cultural y moral. Este país desmoralizado y sin rumbo
camina hacia la distopía, un “mal
futuro”.
Ante este panorama, y la insistente
propaganda del Gobierno de que España está saliendo de la crisis, hay quien se
pregunta con ironía: Muy bien, España está saliendo de la crisis, pero ¿cuándo
vamos a salir los españoles? Como el asunto no está para bromas, expongamos
algunas ideas extraídas de opiniones de economistas que no pretendan ocultar de
forma interesada la realidad.

Sigamos el análisis. El crecimiento
neto de las exportaciones no se debe al mérito exclusivo de la actividad de las
empresas exportadoras: la caída del consumo interno, por un lado, inhibe a las
empresas de invertir en renovar su equipamiento, con lo que decae la
importación de materias primas y bienes de equipo, y por otro, hace que se busquen
mercados en países en desarrollo para vender unos productos con poco valor
añadido. El resultado es una balanza exterior ligeramente positiva porque cae
la importación, así que no se debe a una deseable recuperación de la actividad
económica. Lo prudente es considerar que el aparente crecimiento actual más se
debe a un momento coyuntural que al cambio estructural del modelo productivo,
por el que se está haciendo bien poco, por no decir nada. Más bien parece que
estemos esperando a que algún país haga de locomotora y nos empuje hacia la
salida del túnel.
Y nos plantamos de frente ante el
gran problema crónico de nuestro país: el paro, del que ya se ha hablado. Es
engañoso hablar de recuperación con las cifras de paro que nos asfixian. Pero
llega hasta la burla asegurar que recortando los salarios se va a aumentar el
empleo. Eso aumenta la competividad, dicen, las empresas venden sus productos a
mejor precio y mantienen el empleo. Tras el golpe mortal que causa a la
economía real el reducir el déficit a costa de los debilitados ciudadanos, no
se quiere tener en cuenta otras medidas más justas: la competitividad también
aumenta si se reduce el reparto de beneficios de los empresarios, si se compite
en calidad, si se mejora la estructura productiva. Pero además, si se recortan
los salarios, el consumo interno cae. Sí, claro, la solución está en vender
fuera, pero eso, ya lo hemos tratado, no hará milagros. Lo que sí se está
consiguiendo es que ya no sea necesario deslocalizar más empresas. Las condiciones
laborales se han depreciado tanto que multinacionales se están empezando a
instalar en España, como hasta ahora se ha venido haciendo en los países del
este. Así Botín pudo decir con entusiasmo que está entrando mucho dinero en
España. Claro, atraído por gangas a precio de saldo, no solo de empresas sino
de inmuebles e instalaciones públicas y privadas.
Nos podemos ya preguntar ¿cuál es la
solución? Como ya sabemos, hay dinero. Lo que ocurre es que ha cambiado de
manos. La única solución es que se aplique una justa política de redistribución
de esa riqueza activando la economía, concediendo salarios justos y restaurando
los derechos sociales arrebatados con el pretexto de la crisis. Esto solo se
puede hacer obteniendo el dinero de donde se ha ido acumulando: capitales
evadidos, economía sumergida de gran calado, y aplicando impuestos progresivos a
las grandes empresas, a los grandes patrimonios y a las sociedades
especulativas.
¿Están los partidos políticos y los
sucesivos gobiernos, incluidos los de la antidemocrática Unión Europea,
dispuestos a cambiar de política? Han demostrado que, con el apoyo de la
troica, sus políticas neoliberales tienen un objetivo: conseguir el debilitamiento
de los estados democráticos en beneficio del poder económico: la denominada
plutonomía o plutocracia.
¿Dónde están los ciudadanos? El
pueblo, que, ateniéndonos a la etimología de la palabra democracia (poder del
pueblo), es quien debería ostentar el poder legítimo para cambiar la
orientación de esta política cuyos efectos colaterales la asemejan a un
genocidio de la clase baja. Pero el pueblo parece estar alienado, desunido, intimidado,
incluso aliado con el poder establecido por culpa de la propaganda que impone
la cultura política hegemónica.
Finalmente nos tenemos que preguntar:
¿Es posible conseguir la unión de una mayoría amplia para parar el tren que nos
viene de frente proyectando esa engañosa luz que alguien cree ver como el final
del túnel?
Sobre algunos de los contenidos de esta entrada se puede leer un interesante
artículo del economista Alberto Garzón del que proceden los elocuentes gráficos
adjuntos. Picar aquí.