Los obstáculos que históricamente han impedido un mayor progreso en la conducta social del homo sapiens pueden ser múltiples, pero algunos parecen evidentes:
La propia dotación biológica del ser humano de agresividad y egoísmo –necesaria para afirmarse en el medio natural como individuo– que perdura en el medio social con la tendencia a que se imponga la ley de los poderosos sobre los más desafortunados.
La certidumbre que proporciona el poder y la apropiación de los recursos –potenciado por el capitalismo especulativo, generador del aumento de la pobreza mundial–, que dota de un viejo instrumento de fuerza dominadora frente a los demás: la riqueza.
La consolidación de conductas perversas de ciertos políticos que, entregados a la clase que posee el poder económico, corrompen el sistema democrático y traicionan a los ciudadanos.
La impunidad con que se violan los derechos humanos desde todas las instancias: políticas, económicas y sociales.
La indefensión que padecen las víctimas de las injusticias en todo el mundo cuando carecen de recursos económicos.
La estigmatización que sufren por el hecho de serlo los marginados, los perseguidos y los desgraciados del mundo.
La indiferencia que muestran la mayoría de los intelectuales que son abducidos por la magia del poder y del éxito personal.
El débil compromiso social de la militancia política, sindical, trabajadora, religiosa o estudiantil universitaria, que con frecuencia viven inmersos en intereses sectoriales o en ambiciones personales.
La impotencia, frente a la dura represión policial, de los grupos de contrapoder que luchan de forma altruista y pacífica para desmontar la resistente dinámica abusiva del sistema.
La insuficiencia de las acciones caritativas o solidarias de las redes sociales y familiares que tratan de atender lo que los gobiernos desatienden.

A todo esto se une el persistente estado del miedo y el sufrimiento de los habitantes del planeta por las guerras, los terrorismos y la delincuencia, que sirven de pretexto a los políticos para restringir los derechos cívicos en nombre de la seguridad ciudadana, convirtiendo al controlador en controlado.