Parece que ahora va en serio la
candidatura de los patios de Córdoba para conseguir la declaración de
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Hoy se presenta un nuevo informe mejorado. Menuda polémica surgió el otoño pasado
como consecuencia de la retirada de la misma. Las asociaciones vecinales,
necesitadas del reconocimiento y del apoyo económico, criticaron la falta de
profesionalidad de los políticos en la redacción y presentación de dicha
candidatura.
A posteriori aparecieron algunos comentarios y análisis en la
prensa local (Diario “Córdoba” 30/11/2011 y 1/12/2011, entre otros) casi todos
interesantes, con la pretensión de aportar sentido común y acertadas
reflexiones sobre el carácter genuino de
nuestros patios populares, su pasado, su presente y su futuro.
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AÑO 1933 |
Francisco Solano relataba que
“las fiestas en los patios eran privadas, promovidas por los propios vecinos”;
a partir de ahí hizo un jugoso recorrido histórico desde los años treinta hasta
nuestros días, valorando el Festival de los Patios Cordobeses de los años
cincuenta, que desbordaban el ámbito de los propios patios para convertirse en
la celebración de un amplio programa de espectáculos por toda la ciudad.
Finalmente, cree que el deseado título no debe conseguirse a costa de convertir
la fiesta de los patios en un parque temático.
Carmen Calvo escribía: “Córdoba
debe dejar de presentarse a tantas evaluaciones, nuestro tajo y compromiso en
la cultura –más que un depósito del pasado, un préstamo del futuro– es proteger
y disfrutar lo heredado, poniéndolo al día”.
El poeta Carlos Rivera apuntaba,
entre otras cosas “No hace falta que se declare oficial lo que es evidentemente
bello y único como esencia de una ciudad”. Y añadía: “Difundir esa belleza de
los patios es proyecto para filósofos, poetas y alquimistas y no una promoción
de turoperadores”. Y terminaba diciendo:”Los patios, en su dispersión por el
casco histórico, deben ser así reconocidos [por la UNESCO] no como un proyecto
sino como toda una filosofía de la ciudad que los contiene”.
Veamos ahora la opinión de Blanca
Ciudad, que lleva viviendo “más de veinte años” en uno de esos patios. Ella nos
pregunta: ¿Qué cordobés o cordobesa sabe definir la fiesta de los patios? Los
intentos de definirla “en formato papel, fotografía y audiovisuales han fracasado”.
Es favorable a que hayan retirado la candidatura porque hacen falta conocimientos
más profundos hasta llegar a presentir las vivencias de sus moradores y el
valor histórico-artístico de sus moradas formando parte esencial del legado
cultural cordobés.
Creo que el mejor conocimiento de
esa realidad me lo facilitó la sabiduría popular de la vecina de más edad de
uno de los patios que aún se resisten a desaparecer: hablo del patio de la
calle Marroquíes.
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PATIO CALLE MARROQUÍES |
Fue una comunidad de vecinos
humildes ubicada en lo que se construyó a partir de un gran solar –en otros
casos se ocuparon decadentes casas solariegas– por yuxtaposición de viviendas
familiares modestas, por lo común de dos estancias (comedor-estar y dormitorio)
conformando un gran patio de forma irregular con servicios comunes: cocina,
lavadero, pozo, retrete… con arriates y paredes para inventar el más
maravilloso jardín de pobres que se pueda imaginar. Esto marca una de las
notables diferencias con el sistema de las corralas y no es nada parecido al
corralón que acogía el chabolismo de la posguerra en nuestra ciudad.
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PATIO CALLE PARRAS |
Algunos patios similares permanecen
cerrados o ya han desaparecido: La
Casa de paso de La Lagunilla; el de Maria Auxiliadora; la antigua
“Casa de los Muchos” de Acera de Guerrita, el de calle Albucasis… Otros aún sobreviven, ocupados por las asociaciones o por los últimos vecinos de más edad que están siendo testigos de su evolución, en barrios como
San Basilio, San Lorenzo, San Pedro, San Agustín, La Magdalena, La Judería... Hay, de entre los centenares de patios cordobeses, varias
decenas que abren sus puertas al público en las fiestas de mayo; la mayoría son unifamiliares o están habitados por pocos vecinos que se esfuerzan por mantener las formas
antiguas. La tradición también trata
de mantenerse en casas nuevas.
Si nos preguntamos con criterio
antropológico si la función de los patios antiguos permanece intacta, tenemos
que decir que no. El pozo –motorizado, en el caso referido– se usa para regar
las plantas, pero la cocina, el lavadero y el retrete solo quedan como
testimonio de las carencias que venían padeciendo los vecinos en el pasado, cuyas
penurias se compensaban con fuertes lazos de vecindad, casi familiares, y sabiendo
convertir las celebraciones y fiestas en acontecimientos revitalizantes, catárticos.
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PATIO DE MARROQUÍES |
Hoy, los pocos vecinos que quedan en Marroquíes han construido, con sus
pocos recursos y sin ayuda, su pequeña cocina y su cuartito de aseo, a veces
reduciendo su propio espacio habitable. La señora, cuyo nombre no estoy autorizado
a revelar, se lamenta de que no reciben ayuda ninguna por parte de las
instituciones (solo si tienen suerte y ganan algún premio). Con su exigua
pensión de viudedad y sus muchos “achaques” hace lo que puede, con el ánimo y
el apoyo que recibe de una maestra que acude cada tarde a su taller artesanal
(hay varios artesanos, aunque no todos colaboran). Entre los más
responsabilizados cuidan el amplio patio, riegan y miman las plantas y atienden
con suma amabilidad a quienes se interesan por la vida de la comunidad. Pero
los lazos afectivos que antaño contribuían a superar los malos momentos, se han
debilitado o tienen otro carácter y las fiestas se reducen a preparar el patio
cada año con toda la ilusión para exhibirlo con orgullo a los visitantes y, si hay
suerte, obtener un premio con el que cubrir parte de los gastos.