Si
consultamos la Constitución Española de 1978 y su posterior desarrollo
legislativo observaremos que los artículos que han sido desarrollados con más
rigor son los que defienden el derecho de la propiedad privada. Al contrario
de lo que ha ocurrido con los derechos sociales, como el derecho al trabajo, a
una vivienda digna o al de la libertad de expresión y manifestación (tan amenazados y vulnerados en la actualidad).
En
este contexto político, social y económico surge el debate de las posesiones de
la Iglesia y muy especialmente de la propiedad de la Mezquita Catedral de
Córdoba, que la Iglesia Católica viene ocupando, gestionando y abriendo para
ser visitada, no solo por los fieles sino por todos los públicos sin
discriminación. Desde 1236 esto ha ocurrido sin incidencias importantes hasta
los últimos años. ¿Por qué ha cambiado todo de repente?
Casi
todo el mundo conoce la característica especial del monumento cordobés: una
catedral incrustada como una macla en la antigua mezquita, que a su vez conserva
en sus entrañas los restos de la basílica cristiana de San Vicente. El
Emperador Carlos V (a cuya realeza, y no a la institución eclesiástica,
correspondía la propiedad de los bienes conquistados), que autorizó la obra de
la Catedral en el interior de la Mezquita, se arrepintió cuando al visitar
Córdoba dijo que, para construir una catedral como las que hay en cualquier
otro lugar, se había destruido algo único. Pero “a lo hecho pecho”, porque esta
singular joya arquitectónica, cultural, histórica y religiosa mereció en los
años ochenta ser considerada por la UNESCO Patrimonio Histórico de la
Humanidad.
Pero
toda la calma viene a romperse como consecuencia de que el gobierno
de Aznar decreta una ley en 1998 que permite a la jerarquía eclesiástica
registrar como propios los bienes que la Iglesia venía gestionando tiempo
atrás; bastaba con un certificado de la propia institución religiosa para que
tuviera el valor de documento público notarial: es la llamada inmatriculación.
Esto permitirá al cabildo, como propietario legal, regular las visitas, obtener
pingües beneficios económicos y limitar la denominación del monumento
eliminando el término mezquita para dejarlo en Catedral de Córdoba. Ningún
visitante está autorizado para explicar a sus acompañantes la mezquita: si quiere informarse debe pagar un guía. Los residentes o nacidos en Córdoba pueden hacer
la visita diurna de forma gratuita, el resto debe pagar ocho euros; las visitas
nocturnas son más caras. Por supuesto, el cabildo elude pagar impuestos porque
considera el pago de entradas como donación voluntaria.
La
Iglesia inmatriculó la Mezquita Catedral en 2006 y se considerará
definitivamente de su propiedad en 2016. Ante la polémica suscitada, el Cabildo
declaró hace unos días a la prensa que hasta ahora, registrar lo que venía “perteneciendo”
a la Iglesia desde hacía casi ocho siglos, era innecesario. Podemos preguntar,
¿por qué ahora sí es necesario? ¿Se debe a una avidez sin límites de poder y
riqueza en unos tiempos en que la crisis está beneficiando a los que ya son
poderosos? ¿Por qué acusan a los defensores de lo público de querer robarles la
Catedral de Córdoba? ¿Es que no le iban bien las cosas como estaban? Y nos
haremos la misma pregunta que se hizo Miguel Hernández sobre los olivos de
Jaén: ¿Quién levantó esos muros? Por cierto: las costosas rehabilitaciones
corren por cuenta de las arcas públicas que se nutren de nuestros impuestos.
Está
claro que los bienes materiales que la Iglesia ambiciona, olvidando su vocación
de pobreza, están en contra de la frase evangélica “mi reino no es de este
mundo”. Los llamados cristianos de base han declarado su desacuerdo con esta
escalada de la Iglesia por poseer lo que debería pertenecer al pueblo, cuyos
sacrificios y esfuerzos a lo largo de la historia hicieron posible la
existencia de esa obra grandiosa.
Y la
polémica ha puesto en marcha unas campañas de firmas a favor de mantener la
titularidad pública, se dice que con más de 120 mil firmas, en estos momentos,
entre las que se incluyen personas de prestigio internacional. De otro lado,
los partidarios de que la Iglesia consiga la propiedad están aumentando su
número con personas no menos relevantes del mundo afín a la Iglesia Católica.
Al parecer se está a la espera de que la UNESCO manifieste su punto de vista
sobre esta cuestión en la que la ley de 1998, que ningún gobierno posterior derogó,
beneficia a la Iglesia.
Hasta
aquí exponemos de forma sencilla, y creemos que hasta cierto punto imparcial,
cómo está el asunto. Que cada cual elabore su propia opinión y decida en
consecuencia si lo cree oportuno.
Con total ecuanimidad y claridad se expone en esta excelente entrada la controversia suscitada sobre la titularidad de la Mezquita Catedral.
ResponderEliminarHace unos días el periódico Córdoba publicó una entrevista con el archivero de la Catedral.
Nunca pensé que en tan poco espacio se dieran tantos despropósitos –o mejor falacias- y tergiversaciones.
En una rápida revisión consideremos:
. Respecto a la propiedad de este bien material queda explicitada, de forma meridiana, en esta “Entrada”.
. Que hay intereses económicos, preguntemos: ¿de quién? (Para no extenderme en este punto incito a leer un artículo de C. Casaño en diario “Cördoba” (6.3.2014) acerca del debate de la Mezquita Catedral.
. Resumir que el arte de la Mezquita es arte cristiano, diré (siendo benevolente) que es uno de los mayores desvaríos hechos a la Historia del Arte.
. Afirmar: que en la UE no se “lleva” el asalto a la propiedad privada, debo decir que es la mayor DESLEALTAD de la Iglesia hacia su fundador. Cristo predicó y practicó la pobreza y la justicia social y jamás hizo apología de la propiedad privada (Iglesia capitalista).
Me pregunto:
. ¿Por qué ese afán de riqueza y poder de la Iglesia –desde el Edicto de Milán con Constantino I en el s. IV- que persiste hasta nuestros días con las innumerables inmatriculaciones en toda España? (San Basilio dijo: “El alma avariciosa nunca se considera satisfecha”)
. ¿Qué opina la jerarquía eclesiástica de pasajes evangélicos como: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de los cielos” (Mt19,24), (Lc 18,25), (Mc 10,25).
. ¿O de aquel en que Jesús responde a un joven rico: “(…)Anda vende lo que tienes y dalo a los pobres y tendrás tesoro en el cielo…..” (Mt 19, 16-22), (Mc 10,17-22), (Lc 18, 18-25)
. ¿O aquel otro (Mt 2, 19-21): “No amontonéis tesoros en la tierra donde hay polilla y herrumbre que (….) y ladrones que (…).Amontonad más bien tesoros en el cielo donde no hay (…) Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”?
Creo que Cristo debe estar “descorazonado” al ver el ansia de posesión que se ha instalado en el “corazón” de la jerarquía de la Iglesia, POBRE, que Él fundó.
¡Preciosa e interesantísima entrada! Una paseo estupendo por la historia de la Mezquita-Catedral de Córdoba. ¡Y acertadísimo también el comentario de Alondra!
ResponderEliminarMe gustaría resumir mi opinión, que viene al hilo de estas ideas que acabo de leer: los lugares y recintos públicos deben ser -como se desprende de su nombre- del pueblo, no de grupos o castas. Solo así cumplirán su verdadera función, que es estar al servicio de todos, y no de unos pocos. Tenemos que luchar pacíficamente por que esto sea así. ¡Felicidades de nuevo por la entrada!
Agradezco vuestros comentarios que, incluso, amplían y enriquecen lo dicho en la entrada. Lástima que haya quien confunda a la opinión pública dándole la vuelta a los argumentos y no adviertan que ha sido el obispado quien ha iniciado una polémica innecesaria, pues las cosas llevaban yendo más o menos bien durante casi ocho siglos. Bueno, no hay que olvidar tampoco que hay quienes quieren reavivar el nacionalcatolicismo con leyes que defienden el poder terrenal de la Iglesia y su desmedida codicia, empeñándose en que su reino sea de este mundo.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Puri, con todos los comentarios, y muy contento con el tuyo. Como seguidor de Jesús de Nazaret, yo también pienso que la Iglesia Católica y todas las otras iglesias cristianas del mundo debemos caminar hacia la sencillez y la pobreza de espíritu y de bolsillo que él nos enseña. Esto se traducirá en el futuro (no tengo la menor duda) en una donación de la Iglesia de todos sus bienes inmuebles a las autoridades para que sean propiedad de todos. Jesús nos enseña que nuestro Dios no es monárquico sino republicano, ya que es Todo en todos, utilizando el aquí acertado lenguaje de san Pablo. Por tanto, los cristianos de todo el mundo debemos caminar hacia una Iglesia que se confunda con la Humanidad, no separada de ella, que sea ella. El camino, naturalmente, será un poco largo, pero ya hace dos mil años que lo andamos con alegría y llegaremos felices al final. Es el gozo del Evangelio. Mientras tanto, algunos infelices ricos harán negocio (esperemos que no sean 1.700 años más...). ¡Ellos se lo pierden!
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