En
las democracias plenas, los intereses de los Estados y los de los Pueblos
deberían coincidir; si son divergentes, la democracia es una farsa. ¿Qué ha pasado
en España? Las 100 personas más ricas acumulan una riqueza equivalente al 18%
del PIB cuando casi el 29% de la población está en riesgo de pobreza. Es
legítimo hacerse estas preguntas: ¿Por qué cada vez aumenta más la riqueza de
los ricos al mismo tiempo que crece la precariedad, el paro y la pobreza de los
trabajadores? ¿Qué tiene que ver esa situación con las políticas dictadas por
la UE?
Durante
casi tres décadas se fueron creando las condiciones para la construcción de la
Comunidad Económica Europea, basada en el crecimiento de la producción, el
empleo y el consumo, que trajo como consecuencia un progresivo estado del
bienestar. Ello fue posible con la aplicación de políticas económicas
keynesianas, desarrolladas alternativamente tanto por gobiernos
socialdemócratas como por cristianodemócratas, en parte por atajar la llegada
al poder de los partidos comunistas. Estas políticas, aplicadas desde un
capitalismo humanizado, se asentaban en los principios ilustrados que
orientaron a Europa tímidamente desde el siglo XVIII: libertad individual;
estado del bienestar y justicia social universal; separación de poderes, estado
laico, libertad de religión, expresión y prensa; derecho a la educación y a la
sanidad...
Hasta
1974, Europa vive un desarrollo económico que permite aplicar esas políticas y
conseguir que la población alcance un desconocido hasta entonces estado del
bienestar. La crisis del petróleo produjo una recesión importante que afectó al
empleo y a los salarios. A ello se sumó un giro radical en las políticas
económicas con la doctrina neoliberal influenciada por los economistas Hayek y
Friedman, y que sus aventajados alumnos, Reagan y Thatcher, aplican con rigor
en sus respetivos países y en América Latina. Esta doctrina sirvió de modelo en
la década de los ochenta, en el ocaso de la guerra fría, para el desarrollo del
proyecto europeo. En resumen: se imponen los intereses económicos de los
poderosos sobre los derechos sociales.
En
1996, el historiador británico, profundo conocedor de Europa y europeo
entusiasta, Tony Judt, sentencia: “La excepcional combinación de circunstancias
que han prevalecido en los primeros años de la Comunidad ha pasado a la
historia y no volverá a darse nunca”…“el futuro de Europa será en las
condiciones que fije Alemania, o no será.”
La
liberalización del mercado, la competitividad y la austeridad aplicados a las
políticas económicas ponen fin al estado del bienestar. El tratado de
Maastricht excluye las políticas fiscales y sociales. Sin la unidad fiscal se
impone a continuación la moneda única: el euro. Esgrimiendo el dogma de la
estabilidad presupuestaria, se fijan arbitrariamente los límites del déficit:
el 3% del PIB. Al no poder cada estado aplicar políticas de estabilidad
devaluando su moneda, la única fórmula para cumplir lo exigido es (ante
políticas fiscales restrictivas que limitan los ingresos), reducir los gastos
recortando sueldos, pensiones y servicios sociales. El Mecanismo Europeo de
Estabilidad (MEDE), en teoría pretendía garantizar la estabilidad financiara en
la eurozona, pero en realidad, en opinión de Susan George, se trató de “un
subterfugio jurídico para obligar a los contribuyentes a rescatar a los bancos
a perpetuidad.” El Tratado de Lisboa hace, a partir de 2009, del BCE un
organismo absolutamente independiente de los estados. Presta hoy en torno al 0%
de interés a los bancos, sin condiciones, y estos lo hacen a los estados al
tipo del mercado. Lo grave es que los tres poderes de la UE han participado
activamente en este proceso. La reforma en España del artículo 135 de la
Constitución es la antidemocrática respuesta obligada a estas exigencias:
primero la banca, luego la urgencia social.
Las
políticas neoliberales, como vemos, tienen por finalidad controlar todas las
fuentes del capital. La crisis, estafa que la especulación capitalista ha
provocado, terminó agravando la situación de la clase trabajadora. Por el
contrario, la clase de las grandes fortunas y los directivos de la banca y de
las grandes empresas consiguió aumentar sus beneficios. En la crisis de 1929,
el banquero, economista y Secretario de Estado del Tesoro de Estados Unidos,
Andrew Mellon dijo que “es una depresión, los activos regresan a sus
propietarios legítimos”. Y esa senda sigue la Troika. Las oligarquías imponen
su poder por encima de los parlamentos estatales, lo que solo pueden lograr con
la complicidad ilícita de sus gobernantes. Las consecuencias las pagan los
trabajadores. ¿Por qué ha de mantenerse a toda costa el orden que protege los
privilegios de los ricos y se reprime la exigencia de que impere el orden que
garantice los derechos de los pobres? Lo llaman “estado de derecho”.
Traidoramente, los Pueblos de Europa son conducidos, si no reaccionan, de la
esperanza hacia un futuro inquietante.