20 ago 2012

Encrucijada histórica




Aquel 12 de mayo de 2010 pudo cambiar el rumbo de nuestra historia. Faltaron “riles” y decencia para decir escuetamente: “Yo, Presidente del Gobierno de España, ante la exigencia de unas reformas erróneas e injustas que los poderes económicos financieros imponen sobre nuestro país a través de Bruselas, poniendo en riesgo nuestra democracia e independencia, por no traicionar la voluntad de los ciudadanos que pusieron su confianza en mi programa, presento mi dimisión”. Y, consecuentemente, disolver las Cortes y convocar elecciones.

¿Qué consecuencias hubiera tenido esa demostración de coherencia y honradez política? ¿En el electorado? ¿En la “clase política”? ¿En Bruselas? ¿En Alemania? ¿En los países ricos del Norte? ¿En los empobrecidos del Sur por el saqueo de los del Norte? ¿En la actitud del G.H.? ¿En la opinión pública mundial? ¿En los movimientos de ciudadanos rebeldes? ¿En la credibilidad del propio socialismo? ¿Hubiera sido un suicidio nacional o empezar un nuevo rumbo  contra viento y marea?

Este tiempo deshumanizado, desquiciado y duro que vivimos exige decencia, sensatez, solidaridad pero, sobre todo, la presencia de políticos firmes y decididos que se atrevan a ponerse del lado del pueblo engañado.

Cambiando personajes, pero ante más despotismo y en circunstancias mucho más críticas, Andalucía tiene ante sí la misma encrucijada histórica de someterse o rebelarse. ¿Merecería la pena rebelarnos y retroceder voluntariamente unos cuantos años para empezar un proyecto colectivo nuevo en nuestro propio beneficio o aceptar sumisos las injusticias que nos harán retroceder engañados esos o más años en beneficio de los poderosos que nos dominan? Como llegará el día en que, para capear el desastre ecológico global, nos veremos obligados a practicar una economía del decrecimiento, ¿podríamos aprovechar la ocasión de ofrecer a las demás Comunidades el ejemplo de una salida digna de la crisis? Decrecer, desglobalizar y compartir cuanto podamos es una exigencia para el futuro. Está bien claro que  emprender este camino es mucho más duro que adaptarse al devenir, por muy suicida que este sea, y aunque nos estén amenazando con negarnos los recursos que estatutariamente nos corresponden.

¿Tiene Andalucía recursos propios suficientes para tirar para adelante? Una economía más basada en el trabajo artesanal, sin olvidar la alta tecnología, ¿no humanizaría más la vida de los andaluces? Agricultura y ganadería colectivizadas –ya cité el ejemplo de Marinaleda–, socialización de la tierra, industria ecológica agroalimentaria de alto rendimiento, pesca y piscifactorías sostenibles, banca pública autonómica que aporte créditos que incentiven la actividad económica, proteja el ahorro e impida la especulación, fondo de garantía solidaria, fiscalidad progresiva e independiente, mercado interior y sistema de exportación e importación regulado desde el punto de vista económico y ecológico, energías limpias, atenuación de la huella ecológica, desarrollo tecnológico, cultura y mantenimiento del patrimonio y de los ecosistemas, turismo, servicios y administración, actividad artesanal y técnica de gran nivel profesional en todas las ramas (carpintería, fontanería, electricidad, mecánica, construcción, panadería, restauración, reparación de todo tipo de artefactos, evitando el “usar y tirar” que impone la “obsolescencia programada”…).