15 jul 2012

El bien común

“Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general” (Constitución Española, artículo 128).

El esfuerzo histórico por conseguir alcanzar el bien común se enfrenta con la realidad de la situación actual en que se intensifica el dominio del sistema de privilegios sociales y económicos. La crisis que nos angustia a la mayoría, provocada por la codicia de los que dominan el mercado global, está siendo aprovechada para desmantelar el estado del bienestar conseguido con el esfuerzo colectivo a lo largo de los tiempos.

La eficaz propaganda de las tendencias neocons de las últimas décadas, programadas en los centros de creación de ideas (los llamados think tanks), arraiga en las masas populares, que aceptan la idea de que el estado del bienestar es insostenible y, como consecuencia, la justa esperanza de ver reducirse la brecha entre pobres y ricos es defraudada sistemáticamante. Se presentan en su doctrina como irrenunciables paladines en defensa del poder eclesiástico, muy alejados del humilde modelo del amor fraterno universal, como correspondería a un buen creyente: la bondad como impulso y fin del bienestar social.

Un liberalismo radical partidista relega el papel del Estado a un segundo plano, lo utiliza para proteger al sector privado, cuyos intereses comparte, y sustrae las mejoras sociales a los ciudadanos que, sobre todo los que tienen menos recursos, ven mermada su posibilidad de acceder a los servicios esenciales. La consiguiente privatización de los servicios públicos basa su eficacia en el beneficio económico, por lo que el interés del ciudadano pasa a ser secundario.

El modelo de recortes sociales es el que desde la Unión Europea se exige cumplir y que, tan obedientes, se aplican en imponer los oligarcas, cuando muchos analistas coinciden en que es el modo más insolidario e ineficaz para atajar la crisis. El modelo es la ruina de la democracia pero, y este es el núcleo de la intencionalidad política que se nos oculta, camina hacia el triunfo de la plutocracia representada políticamente por las fuerzas más conservadoras sin excluir la prostituida tercera via de la socialdemocracia. Todo ello con el visto bueno suicida de la mayoría de los electores que no quieren ver quienes protegen los intereses de los ricos, que salen airosos de todas las crisis al disfrutar de sus privilegios económicos nunca amenazados por una fiscalidad progresiva que ningún gobernante se atreve a implantar.


Pero puede que con la crisis se estén bordeando los límites del sistema. Algo importante empieza a moverse en el seno de la maltratada sociedad civil. Por suerte, hay ya muchos ejemplos de estos movimientos que ven en la globalización el imperio de los poderosos: El 15-M, la Economía del bien común, la Economía solidaria, la Desglobalización, el Frente Cívico, los simpáticos pero indignados Yayoflautas… Tiene que llegar el día en que todas estas voluntades confluyan en un poderoso torrente.

Es oportuno resaltar el ejemplo de gestión comunitaria y cooperativa de un pueblo andaluz: Marinaleda. Es un buen ejemplo, pese a quien le pese, del modelo de economía desglobalizada y de economía solidaria y del bien común. Hasta en el “nobilísimo” Cayetano de Alba, en apariencia, produjo una efímera admiración, sin más trascendencia, claro.

5 comentarios:

  1. ¡Magnífica esta entrada! Entre tantas ideas interesantes, quiero resaltar una que aparece y que yo también me he planteado recientemente: con la excusa de la crisis, los grupos dominantes están desmantelando el estado del bienestar, quieren una sociedad tal y como estaba hace más de cincuenta años, y muchos creemos que hay en todo esto un trasfondo ideológico bien programado.
    Pienso que, si somos más conscientes de estas maniobras, podemos empezar a salir de esta oscuridad.
    Muchos seremos los que mañana, día 19 de julio, saldremos a la calle de manera pacífica para reinvindicar lo que es justo.
    Juntos podemos hacer mucho.

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  2. Este gobierno está aplicando parches, en vez de soluciones de verdad, si en vez de perdonar a los que defraudan, los persiguieran y los obligaran a que saliera a la luz todo ese dinero negro, y subieran los impuestos a los que más tienen, a los que si no tienen cash, pueden hacer como la Baronesa Thyssen, venderse un cuadro o venderse la finca que ocupa medio pueblecito andaluz, y llorar un poquito por tener que deshacerse de parte de su patrimonio, pero que a pesar de todo seguiran brindando con Moët Chandon por el buen negocio que han hecho, y no hacer pagar a los pobres que se estan preguntando cada día si este mes van a poder pagar la hipoteca de un piso que un tasador hace cinco años, tasó en un precio y que ahora el mismo tasador, ha tasado en la mitad. Pero ya que el gobierno no lo hace, tendremos que hacer algo el pueblo. Saludos

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    1. ¡Qué razón lleváis las dos! Casi todo el mundo está viendo la política errante que está aplicando el gobierno. Hay que hacerle ver en la calle que ese no es el camino y que sí hay alternativas.

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  3. Fenomenal entrada en la que, de nuevo, pones el dedo en la llaga de forma certera, explicando magistralmente –de manera concisa y clara- una realidad político-social que estamos padeciendo.
    Ojalá la lea mucha gente y se genere un pensamiento crítico que nos impulse a actuar. (Tu espíritu libre, inquieto y crítico nos anima a ello).
    He oído a quien espera que pasen cuatro años y haya nuevas elecciones. Pero, ¿acaso podemos esperar?. hay que empezar a actuar ¡ya! Porque para entonces se habrá desmantelado, por completo, el Estado de bienestar, el Estado como velador y garantía de los derechos del ciudadano, de los más desfavorecidos, quedando sólo un Estado “valedor” de los poderosos.
    Estupendos los enlaces que pones ayudándonos a contactar con iniciativas de acción.

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    1. De nuevo agradezco tu generoso y comprometido comentario, Alondra. En efecto, los enlaces pretenden facilitar algún modo de actuar. A ver si ese Frente Cívico llega lejos y es capaz de crear sinergías con tantos otros movimientos. Esa unión alcanzaría la fuerza suficiente para que la rebeldía contra el sistema fuera eficaz.

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